Andrés Denegri es un artista visual que trabaja principalmente en cine, video, instalaciones y fotografía. Nació en 1975 en Buenos Aires, Argentina, donde vive y trabaja hoy. Sus proyectos generan diálogos entre diferentes formatos, abordándolos de manera poética y conceptual, creando tensión en los usos clásicos de las tecnologías audiovisuales. Algunas de sus producciones siguen una marcada tendencia hacia la experimentación visual y narrativa, combinando diferentes medios de video y cine, como Instante Bony (video, 2000), Uyuni (video, 2005) y Grito (35 mm, 2008). En otras piezas más frágiles y de resolución rápida, el enfoque está en la espontaneidad proporcionada por dispositivos de video portátiles, como Ill Momentos (video, 1998), Colonia (video, 2008), Llueve en Mar del Plata (video, 2010) y This is Just to Say (video en internet, 2014). Denegri también trabaja en películas estructurales: Sobre Belgrado (Super 8, 2011) y Aula Magna (16 mm, 2013). En estas, cada pieza surge de la grabación directa, del acto de capturar con la cámara un momento irrepetible, de hacer una imagen registrando aquello que no se pretendía filmar. Utilizando algunas de sus producciones en medios cinematográficos, el artista genera imágenes fijas compuestas por secuencias de fotogramas ampliados a gran escala e impresos en papel de algodón, que destacan el valor del fotograma, del instante mínimo congelado, así como la relación con los intervalos anteriores y posteriores; por ejemplo, las series Instant Bony (2013-presente) y Aula Magna (16 mm) (2014-presente), ambas impresiones en papel de algodón. Las instalaciones cinematográficas de Denegri incluyen composiciones en las que la imagen proyectada se convierte en un elemento más en relación con las máquinas y los mecanismos que la producen. El proyector y la materialidad de la película asumen un protagonismo singular, como en instalaciones como Clamor (2015) y la serie Éramos esperados (2012-presente); desde dispositivos familiares portátiles hasta potentes máquinas industriales que se combinan en la producción de objetos cinéticos y pantallas monumentales donde el celuloide deja el proyector y viaja a través del espacio. Su mirada cinematográfica permite al artista crear obras concebidas como secuencias, imágenes que operan como registros donde se proponen diálogos entre el cine, la literatura y la fotografía, pero donde cada práctica mantiene su soporte y su lenguaje, sin invadir el terreno de la otra. Algunas de sus obras más destacadas, como Mecanismos del olvido (2017), abordan investigaciones en el campo de las artes audiovisuales y el cine experimental, así como el estudio de material de archivos históricos. Denegri produce obras donde los dispositivos y la tecnología de la memoria se transforman en una alegoría de los procesos de olvido y la negación de la historia, invitando al espectador a repensar la relación entre la memoria y su importancia activa en nuestro presente.
Andrés Denegri is a visual artist working mainly on film, video, installations and photography born in 1975 in Buenos Aires, Argentina, where he lives and works today. His projects generate dialogues between different formats, addressing them poetically and conceptually, creating tension in the classic uses of audiovisual technologies. Some of his productions follow a marked tendency towards visual and narrative experimentation in which different video and film media are combined, such as Instante Bony (video, 2000), Uyuni (video, 2005) and Grito (35 mm, 2008). In other more fragile and quickly-resolving pieces, the focus is on the spontaneity provided by portable video devices, such as Ill Momentos (video, 1998), Colonia (video, 2008), Llueve en Mar del Plata (video, 2010), This is Just to Say (video on internet, 2014). Denegri also works on structural films: Sobre Belgrado (Super 8, 2011), Aula Magna (16mm) (16mm, 2013). In these, each piece emerges from direct recording, from the act of capturing on camera an unrepeatable moment, of making an image by recording that which was not intended to be filmed. Using some of his productions in film media the artist generates fixed images composed by sequences of frames blown-up on a large sale and printed on cotton paper, which highlight the value of the frame, of the minimal frozen instant, and also the relationship with the previous and subsequent intervals; for example, the series Instant Bony (2013-present) and Aula Magna (16mm) (2014-present), both prints on cotton paper. Denegri’s film installations include compositions in which the image projected becomes just one more element in relation to the machines and the mechanisms that produce it. The projector and the materiality of the film take on a singular protagonism, like in installations such as Clamor (2015) and Eramos esperados series (2012-present); from portable family devices to powerful industrial machines that are combined in the production of kinetic objects and monumental screens where celluloid leaves the projector and travels through the space. His cinematographic gaze allows the artist to create works thought as sequences, images that operate as registers where dialogues between cinema, literature and photography are proposed but where each practice maintains its support, its language, without invading the terrain of the other. Some of his most outstanding works, Mecanismos del olvido (2017), deal with research in the field of audiovisual arts and experimental cinema as well as study of material from historical archives. Denegri produces works where the devices and the memory technology are transformed into an allegory of the processes of forgetting and the denial of history, inviting the viewer to rethink the relationship between memory and its active importance in our present.
Andrés Denegri (Buenos Aires, 1975) es artista visual, con desarrollo principalmente en cine, video, instalaciones y fotografía. Se graduó en la Universidad del Cine, Buenos Aires. Sus premios incluyen el Gran Premio del Salón Nacional de Artes Visuales (Buenos Aires, 2015), Primer Premio en el Premio Cultural Itaú de Artes Visuales (Buenos Aires, 2013), Medalla de Oro a la mejor película experimental en el Festival de Documental y Cortometraje de Belgrado (Belgrado 2012), el Gran Premio del Concurso de Arte y Nuevas Tecnologías MAMBA / Fundación Telefónica (Buenos Aires, 2009), el Premio al Mejor Cortometraje en el Festival de Cine de Mar del Plata (Mar del Plata, 2008), el Premio John Downey de la Bienal de Video y Nuevos Medios de Santiago (Santiago de Chile, 2007), Mejor videoarte del año de los Premios de la Asociación Argentina de Críticos de Arte (Buenos Aires, 2006), Premio Golden Impakt (Utrecht, 2005), Premio 25fps (Zagreb, 2005) y Premio Leonardo – categoría de video (Buenos Aires 2002).
Dicta clases en la Universidad Nacional Tres de Febrero, donde creó y dirige CONTINENTE, un centro de investigación y producción dedicado a apoyar y difundir las artes audiovisuales. También es co-director de la Bienal de la Imagen en Movimiento (BIM) y comisario invitado de cine y video para el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Ha completado residencias de artista en Colombia, Serbia, Canadá y Estados Unidos. Sus exposiciones individuales más recientes incluyen, Cine de Exposición (Fundación OSDE, octubre de 2013-enero de 2014); Al Interior (a las provincias) (Matucana 100, Santiago de Chile, octubre-diciembre de 2013); Aurora (Museo de Bellas Artes de Salta, mayo-junio de 2014); Clamor (Centro Cultural Recoleta, agosto-septiembre de 2015); Éramos Esperados (1a Bienal de Asunción, Paraguay, octubre de 2015); Instante Bony (MacBA, diciembre de 2015-marzo de 2016); Mecanismos del Olvido (ENERC mayo-junio 2018); Normas protocolares en el tratamiento de la bandera (Pabellón 4, julio agosto 2018); Pantallas Alteradas (Universidad Di Tella, septiembre-octubre de 2018); Mecanismos del Olvido, Colección INELCOM, Madrid; Frame by Frame,Plattform, Berlín. Sus últimas exposiciones grupales incluyen, Voltaje – Salón de Arte y Tecnología (Bogotá, octubre de 2017); Sublevaciones (Museo de los Inmigrantes, Buenos Aires, agosto de 2017); Colección Itaú de Arte Contemporáneo (Palais de Glace, Buenos Aires, junio de 2017); AVXLab Muestra de Auviosual Expandido (CCSP, Sao Pablo, junio de 2017); Artist´s Film International (Fundación Proa, Buenos Aires, junio de 2016); Artist´s Film International (Whitechapel Gallery, Londres, octubre-noviembre de 2016); 1ra Bienal de Asunción (Asunción, octubre de 2015); Canciones para
Andrés Denegri (Buenos Aires, 1975), visual artist working mainly on film, video, installations and photography. He graduated at the Universidad del Cine, Buenos Aires. His awards include the Grand Prix from the National Salon Visual Arts (Buenos Aires, 2015), First Prize in the Itaú Cultural Award for Visual Arts (Buenos Aires, 2013), Gold Medal for best experimental film from the Belgrade Documentary and Short Film Festival (Belgrade 2012), the Grand Prix from the MAMBA/Fundación Telefónica Competition of Art and New Technologies (Buenos Aires, 2009), the Prize for Best Short Film at the Mar del Plata Film Festival (Mar del Plata, 2008), the John Downey Prize from the Santiago Biennial of Video and New Media (Santiago de Chile, 2007), Best Video Art of the Year from the Argentine Association of Art Critics Awards (Buenos Aires, 2006), Golden Impakt Award (Utrecht, 2005), 25fps Award (Zagreb, 2005) and the Leonardo Award–video category (Buenos Aires 2002.).
He teaches at the Universidad Nacional Tres de Febrero, where he created and directs CONTINENTE, a research and production centre dedicated to supporting and diffusing the audiovisual arts. He is also co-director of the Imagen en Movimiento Biennale (BIM) and guest film and video curator for the Buenos Aires Museum of Modern Art. He has completed artist residences in Colombia, Serbia, Canada and the USA. His latest individual exhibitions include Cine de Exposición (Exhibition Cinema) (Fundación OSDE, October 2013-January 2014), Al Interior (To The Provinces) (Matucana 100, Santiago de Chile, October-December 2013), Aurora (Salta Museum of Fine Arts, May-June 2014), Clamor (Clamour) (Recoleta Cultural Centre, August-September 2015), Éramos Esperados (We Were Expected) (1st Biennale of Asunción, Paraguay, October 2015). Instante Bony (Bony Instant) (MacBA, December 2015-March 2016), Mecanismos del Olvido (Mechanisms of forgetting) (ENERC mayo – June 2018), Normas protocolares en el tratamiento de la bandera (Protocol rules for the treatment of the flag) (Pabellón 4, July-August 2018), (Pantallas Alteradas (Altered screens) (Universidad Di Tella, September – October de 2018). His latest group exhibition include Voltaje – Salón de Arte y Tecnología (Bogotá, October 2017), Sublevaciones (Museo de los Inmigrantes, Buenos Aires, August 2017), Colección Itaú de Arte Contemporáneo (Palais de Glace, Buenos Aires, June 2017), AVXLab Muestra de Auviosual Expandido (CCSP, Sao Pablo, June 2017), Artist: Film International (Fundación Proa, Buenos Aires, June 2016), Artist: Film International (Whitechapel Gallery, London, October-November 2016), 1ra Bienal de Asunción (Asunción, October 2015).

Las obras que componen la serie Éramos esperados proponen una reflexión sobre las perspectivas políticas de la Argentina del siglo XX. En ella la imagen de la bandera argentina flameando es recurrente y hace referencia a la primera filmación en este país. Esta imagen fundacional, tan identitaria como incierta, se vincula con otras imágenes de archivo para generar montajes conceptuales.
Los proyectores desde potentes maquinas de cine de 35mm a la fragilidad del Super 8 son parte fundamental de la composición de cada obra. También es esencial articular con ellos las imágenes proyectadas, las mesas, los andamios, los dispositivos mecanizados, la estructuras de circulación de la película y la propia película que sale de los proyectores para volcarse en el espacio y así describir figuras y superficies. Son diseños complejos realizados con materiales de naturalezas diversas, que el espectador descubre progresivamente en el encuentro con cada obra.

De la serie Éramos esperados
Levantamientos
Año 2022
Instalación
4 proyectores de 16mm, 5 proyectores Super-8, 2 pantallas translúcidas, andamios, estructuras tubulares de hierro, sistema de loop.
Dimensiones : 5 mts x 13 mts x 5 mts.
Pieza única.

De la serie Éramos esperados
Éramos esperados (16mm) II
Año 2012
Instalación
4 proyectores 16mm, película 16mm, 2 pantalla translúcida, mesa de madera, sistema loop realizado por el artista
Dimensiones variables
Medidas de la instalación aproximadas 1500 x 500 x 300 cm
Pieza única
From the We were expected series
We were expected (16mm) II
Year 2012
Installation
4 16 mm projectors, 16 mm film, 2 translucent screens, wooden table & cutom-made loop system by the artist
Variable dimensions
Approximate installation measurements 590.55 x 196.85 x 118.11 in.
Unique piece

De la serie Éramos esperados
Éramos esperados (super 8)
Año 2012
Instalación
2 proyectores Super 8, película Super 8, pantalla translúcida, mesa de madera, sistema loop realizado por el artista
Dimensiones variables
Medidas de la instalación aproximadas 140 x 75 x 150 cm.
Edición 3 + A/P
From the series We were expected
We were expected (super 8)
Year 2012
Installation
2 Super 8 projectors, Super 8 film, translucent screen, wooden table & custom-made loop system by the artist
Variable dimensions
Approximate installation measurements 55,1 x 29,5 x 59 in.
Edition 3 + A/P

De la serie Éramos esperados
Sísifo
Año 2013
Instalación fílmica
Proyector de cine Super 8, película Super 8, soporte universal de laboratorio con pinzas, carretes de Super 8. Dimensiones variables.

De la serie Éramos esperados
Aurora
Año 2015
Instalación fílmica
2 proyectores de cine 16mm, película 16mm, carretes de 16mm y andamio.
Dimensiones: 250cm x 80cm x 500cm.

De la serie Éramos esperados
Clamor
Año 2015
Instalación
Dos proyectores de cine 35mm, dos proyectores de cine 16mm, dos proyectores de cine Super 8, caballetes, mesa de madera, carretes y film.
Dimensiones variables.

De la serie Éramos esperados
Plomo y palo
Año 2013
Instalación / dispositivo cinético
Proyector de cine 16mm, película 16mm, trípodes, travesaños con sistema
de paso de película, sistema mecanizado de liberación de película.
Dimensiones: 280cm x 310cm x 635cm.

De la serie Éramos esperados
Éramos esperados (hierro y tierra) Año 2013
Instalación fílmica
Mesas de madera, 3 proyectores de cine Super 8, película Super 8, soportes universales de laboratorio con nueces y pinzas, tela translúcida y carretes de película Super 8.
Dimensiones: 140 x 200 x 264 cm
Colección del artista

De la serie Éramos esperados
Sobre el relato de la austeridad
Año 2018
Instalación / dispositivo cinético
Escritorio, proyector de cine Super 8, película Super 8 en loop, sistema de loop, brazo con pinza y máscara.
Dimensiones variables: aproximadamente 450cm x 150cm x 80cm.

La pieza central de esta serie es un proyector de cine de 16mm intervenido, su mecánica fue alterada para que destruya la película que reproduce. De esta manera el cine, esa tecnología de la memoria, del documento, se transforma en una alegoría de los procesos del olvido.
La imagen proyectada es la de una bandera argentina flameando que hace referencia a la que sería la primera filmación en territorio nacional, La bandera argentina (Eugenio Py, 1897). Cunado el film se detiene y el fotograma comienza a derretirse, una ola de reflexiones y sentimientos encontrados nos invade. La película se quema, algo está mal, debemos detener este daño. La ansiedad resulta mayor en este presente tecnológico donde impera lo digital: en el universo de la información inasible la destrucción física de la película nos angustia porque representa la perdida de una cosa real. Pero, ¿se un original? No hay original, es cine. ¿Quemás la bandera? No, solo una imagen. Esta congoja frente a una pérdida que no es tal impide detenerse en lo realmente original, en tanto irrepetible, que es la imagen del fotograma en su proceso transformación al exponerse por un tiempo prolongado al calor de la lámpara del proyector. Poco vale la memoria si no es materia del presente. Solo así, la historia es nuestra.

De la serie Mecanismos del olvido
Mecanismos del olvido
Año 2017
Instalación / dispositivo
Proyector de 16mm intervenido, película de 16mm, dos carretes de película 16mm, tarima de madera para proyector.
Dimensiones variables.

De la serie Mecanismos del olvido
200 metros de olvido
Año 2019
Película 16mm en carrete y texto
Dimensiones: 80 x 40 x 5 cm.

De la serie Mecanismos del olvido
800 metros de olvido
Año 2018
Película 16mm en en cubo de acrílico con base y tapa de madera con iluminación interna.
Dimensiones: 68 x 51 x 35 cm.
Pieza única.

Instante Bony es una serie de retratos a Oscar Bony, uno de los más grandes artistas conceptuales de Argentina. En el año 1998 Andrés Denegri tuvo la oportunidad de registrar a Bony mientras realizaba varias piezas de su serie El triunfo de la muerte, conocida también como la serie de los suicidios.
En estas obras Bony dispara con una pistola de 9mm a sus autorretratos fotográficos. El registro filmado por Denegri en Super 8 revela al espectador la contraparte tácita de esas obras baleadas por Bony. Se da a conocer el oculto momento performático y nos permite acceder a detalles mínimos del gesto del artista. Las imágenes que componen los videos, las fotografías y la instalación que completa esta serie intentan inútilmente hacerse del momento preciso del disparo, que es a la vez la ejecución simbólica del suicidio y el instante de la creación.

De la serie Instante Bony
Cerca de Bony
Año 2006
Super 8mm / Hi-8 / DV
Duración: 29′ 0»

De la serie Instante Bony
Tres tiros
Año 2014
Tríptico fotográfico
Dimensiones: 150 x 190cm (3 x 150 x 60cm)

A cuarenta años del regreso a la democracia de nuestro país, Denegri genera una alegoría crítica de la situación actual de la República Argentina a través de una propuesta interdisciplinaria que atraviesa lenguajes como el cine experimental, la fotografía expandida y la instalación. El artista focaliza su proceso de creación en el potente carácter estético y simbólico de la arquitectura que presentan los edificios que son sede de los tres poderes de nuestro modelo político: La Casa Rosada, el Palacio de Justicia y el Congreso.
Estos espacios monumentales son objeto de revisión por la cámara de cine Super 8 para luego volcarse al espacio en forma de diversos dispositivos. Así, el Congreso se fragmenta en miles de pedazos para reconstruirse una y otra vez en versiones extrañas de sí mismo (inflado, a punto de estallar o derrumbarse); la representación escultórica de la justicia cobra vida y recorre los laberínticos pasillos de Tribunales; y la casa Rosada se vuelve un elemento insignificante en la concepción general de un mecanismo fantasmagórico que se despliega inmaterial en el espacio con un sistema tan complejo como inútil.
La serie Diarios cuadro a cuadro está compuesta por pequeñas películas hechas totalmente en cámara y con una técnica que demanda entrega, que supone entablar una relación estrecha con lo registrado. Son breves films realizados cuadro a cuadro durante largos periodos de tiempo, todos en Super 8. Cada uno supone tomar entre 3.500 y 10.500 fotografías. Son notas personales, una memoria dislocada.
A partir de 2019 esas películas encuentran una nueva forma al integrarse con textos cortos –ficciones mínimas escritas por el autor especialmente para cada una de ellas- y con fotografías -imágenes fijas extraídas de la filmación original, ampliadas e impresas en papel fotográfico. Estas composiciones proponen un cruce entre cine, literatura y fotografía, donde cada práctica mantiene su soporte sin invadir el terreno de la otra: el cine en la pantalla, la fotografía impresa, la palabra escrita. Esta articulación simple le acerca al espectador una manera sumamente libre de dialogar con las piezas que componen las obras, donde, sin un orden establecido previamente, la temporalidad es manejada por cada persona, que puede ir al texto, depositar por un momento la mirada en la pantalla o sumergirse en los detalles que presentan las fotografías. Sin tratarse estrictamente de instalaciones, el concepto de montaje se aleja de su concepción en el campo del cine y se inserta completamente en el sentido que cobra en las artes visuales.

De la serie Diarios cuadro a cuadro
El manso
Año 2015
Video
Super 8 a digital
Duración: 7′ 24»

De la serie Diarios cuadro a cuadro
Villa Ruiz
Año 2021
Film (Super 8 a video digital), fotografía (80x50cm) y texto impreso sobre papel Chambril 300 gr en tamaño A3

De la serie Diarios cuadro a cuadro
Sobre Belgrado
Año 2011
De la serie Diarios cuadro a cuadro
Film (Super 8)
Duración: 4′ 7»

De la serie Diarios cuadro a cuadro
Tomar las calles
Año 2019
Instalación
(3 videos en loop –formato original Super 8 a video digital 4K– y 3 textos impresos sobre papel Chambril 300gr.)
Dimensiones variables.

De la serie Diarios cuadro a cuadro
Moro
Año 2019
De la serie Diarios cuadro a cuadro
Film Super 8 a video digital
Duración: 2′ 34».

Grito es una serie de autorretratos en la niñez, una niñez vivida durante la última dictadura militar que asoló Argentina con su política de terror y exterminio. La compleja trama de la composición familiar del autor expresa en la intimidad lo que resuena en el plano social.
En Grito Denegri trabaja con recuerdos autobiográficos, imágenes que retumban en la cabeza y palabras se atoran en la garganta. Filmaciones en Super 8, fotografías familiares e institucionales, cuadernos de la escuela primaria, cartas y grabaciones de audio se entrelazan para desplegar el ambiente que habita ese niño: un universo oscuro, represivo y decadente.

De la serie Grito
Un martes
Año 2006
Instalación fílmica
Tarima, 2 proyectores de cine Super 8, películas Super 8, soportes universales de laboratorio con nueces, carretes de película Super 8, pantallas con tela translúcida.
Dimensiones variables 57 x 220 x 535.


Dua Malam es una serie de fotos. También una instalación. También un video que es a la vez una pieza sonora. También un poema que narra dos sueños entrecruzados pertenecientes a dos hermanos y que tienen lugar justo antes del último momento que van a compartir juntos, ya que uno de ellos encarará la partida de su pueblo, perdido en el corazón de Indonesia, en busca de una mejor vida.
Dua Malam significa dos noches, dos noches que en realidad son una. Es una serie de obras que se pueden articular de formas diferentes y que en su tono dulce retrata uno de los problemas más profundos de la actualidad: las corrientes migratorias, esas aventuras alentadas por sueños de una vida mejor y que en su gran mayoría se transforman en pesadillas al borde de lo inhumano. Dua Malam surge de los registros en audio y fotografía realizados durante la visita de Andrés Denegri a Jatiwangui, un pequeño pueblo de Indonesia dedicado históricamente a la fabricación de tejas.

Diálogos es un sistema generador de ficciones de estructura aleatoria y carácter efímero, que se monta como videoinstalación. En cada una de sus pantallas la imagen es similar: bancos de una plaza. Los videos son generados automáticamente por cámaras controladas por un sistema espacialmente programado para esta obra. El sistema produce archivos de video determinados por su contenido (banco vacío, banco con una persona, banco con dos personas, banco con más de dos personas).
Sobre la imagen se inscriben diálogos realizados por diferentes artistas que se articulan con la imagen y en su anclaje con ella producen un nuevo significado. El sonido proviene de la mezcla automatizada y azarosa de ambientes grabados en la plaza donde se han montado las cámaras. Cada encuentro entre un video y un diálogo puede darse solo una vez. Luego de estar en el sistema por un tiempo determinado el video es eliminado. El sistema se alimenta y renueva permanentemente su base de videos. De esta manera cada pequeño relato audiovisual que surge del vínculo entre imagen, texto y sonido es irrepetible.

Un pequeño poema de amor susurrado sobre cuatro fotografías.

Buenos Aires es una gran videoinstalación repleta de ventanas-monitores. Este video recoge solo tres momentos de una gran obra en permanente desarrollo.

This is Just to Say es un intercambio de videos entre dos artistas que viven en ciudades diferentes. Es un diálogo audiovisual compuesto de postales, cartas, confesiones, retratos, autorretratos, paisajes, pasajes autobiográficos, registros caseros, delicadas puestas en escena, testimonios imprevistos, grabaciones espontáneas, pequeñas acciones perfomáticas y bellas imágenes inútiles que se articularán en el pulso de un íntimo diario personal narrado a un amigo. Este proyecto cuenta con tres temporadas, de un año cada una, realizadas en 2012, 2014 y 2016. Durante esos años se conformó un cuerpo de 189 videos. Su forma final es un sitio web que aporta nuevos matices y repliegues al proyecto original: www.thisisjusttosay.net
En 2012, la primera edición, el intercambio de videos fue realizado entre Andrés Denegri desde Buenos Aires y Gustavo Caprín desde Barcelona. Durante 2014 los envíos se hicieron entre dos parejas, Gustavo Galuppo desde Rosario y Gustavo Caprín desde Barcelona, y entre Javier Olivera desde Montevideo y Andrés Denegri desde Buenos Aires. En 2016 el proyecto volvió a su propuesta inicial. En 2018 This is Just to Say encontró su forma definitiva en una página web. En ella se puede acceder de forma individual a cada video así como reproducir ediciones enteras. También ofrece la alternativa de una reproducción continua con diferentes criterios de autoprogramación que acerca la posibilidad de comenzar desde diferentes temas. Se trata de una edición generativa donde la continuidad de un video al otro está previamente pautada por una grilla de relaciones que determina las probabilidades de que un video sea sucedido por otro. De esta manera desde la web se pueden reproducir los videos de This is Just to Say a pantalla completa, en forma permanente y con una continuidad lógica entre video y video.
I
En el catálogo que acompaña la muestra Cine de exposición, el curador Jorge La Ferla explica que esta exhibición de las “esculturas fílmicas” de Denegri tiene lugar en un momento en que “la materialidad original del cine está llegando a su fin, mientras que la circulación de las imágenes fílmicas se expande vertiginosamente fuera de las salas cinematográficas”. En efecto, estas obras tensionan de una manera novedosa el vínculo entre las películas y las salas de exposición: investigan sobre las posibles formas de diálogo, exploran el modo en que desbordan mutuamente unas sobre otras y aprovechan sus puntos de conflicto.
La muestra está organizada sobre dos ejes alrededor de los cuales se distribuyen las obras. Por un lado, la serie Éramos esperados que alude a la Historia nacional y, por otro lado, el grupo de obras que trabajan a partir de la memoria familiar. En la serie histórica: Éramos esperados (Super 8), 2012; Éramos esperados (16 mm), 2013; Éramos esperados (hierro y tierra), 2013; Éramos esperados (plomo y palo), 2013 y Éramos esperados (Sísifo), 2013. En la serie familiar: Un martes, 2006; Día uno, 2007 y Grito, 2013. Estos dos vectores se intersectan, porque –en la mirada de Denegri– la autobiografía no es más que una sinécdoque de la historia de la nación. Memoria individual y memoria colectiva: la institución familiar funciona sobre el mismo imaginario disciplinario y represivo que las instituciones del Estado.
En Éramos esperados (Super 8), la primera obra de la serie histórica, dos proyectores enfrentados exhiben, sobre la misma tela, las imágenes de Obreros saliendo de la fábrica (uno de los célebres films Lumière que señalan el comienzo del cine, 1895) y una reconstrucción o recreación de La bandera argentina (de Eugène Py, considerada la primera película argentina, hoy perdida, 1987). Éramos esperados (16 mm) repite el procedimiento pero a gran escala: ahora los aparatos están más separados y las películas recorren la distancia entre ambos antes de volver a ingresar en ellos para ser proyectadas y mezcladas. La tercera pieza de este conjunto, Éramos esperados (hierro y tierra), modifica el dispositivo: se trata de tres proyectores, alineados en paralelo, uno al lado del otro, que disparan sus imágenes sobre una misma pantalla. En el centro, nuevamente, La bandera argentina y, a sus costados, imágenes de conflictos obreros ocurridos a comienzos del siglo XX (la rebelión agraria conocida como El Grito de Alcorta y la huelga obrera de La Semana Trágica). En la instalación Éramos esperados (plomo y palo) es la propia película la que compone una pantalla –formada por tiras de celuloide que suben y bajan entre dos travesaños– donde se proyectan las imágenes que salen del aparato: breves escenas de represión (los golpes y los disparos) a cargo de la Policía o el Ejército en diversas movilizaciones sociales. Por último, en Éramos esperados (Sísifo), un proyector de Super 8, apoyado sobre el piso y muy cerca de la pared, alumbra su pequeño rectángulo sobre el rincón más alejado de la sala de exposición. La película se eleva y desciende para ingresar al proyector y lanzar sobre la pared sus imágenes: la bandera argentina izada hasta el extremo de un mástil y reemplazada por escenas del terrible bombardeo en Plaza de Mayo (1955). Ese movimiento interminable de ascenso y derrumbe configura una síntesis de la historia de la nación.
Denegri afirma que la serie Éramos esperados se despliega sobre un terreno “que tiene como eje las perspectivas políticas de la Argentina del siglo XX. El título ocupa el lugar de un llamado de atención, apunta a una responsabilidad del presente frente al pasado. Fue tomado de Walter Benjamin: ‘El pasado lleva consigo un índice secreto y a través de él remite a la redención. ¿No nos roza, entonces, el aire que estuvo entre nuestros antepasados? ¿Acaso en las voces que escuchamos no resuena el eco de otras que enmudecieron? ¿Y las mujeres que hoy cortejamos no tienen hermanas que no pudieron conocer? De ser así, hay un acuerdo secreto entre las generaciones pasadas y la nuestra. Éramos esperados, entonces, sobre la tierra. Al igual que a cada generación anterior a la nuestra, nos fue otorgada una débil fuerza mesiánica, de la cual el pasado exige sus derechos’”. ¿Cuál es ese “acuerdo secreto” que las instalaciones de Denegri ponen en escena? ¿Y qué es lo que el pasado reclama del presente? La serie histórica abre una nueva dimensión en la trayectoria de Denegri que –como él mismo dice– suele trabajar a partir de “registros directos de lo cotidiano para producir obras que reflexionan sobre lo íntimo y lo autobiográfico”. Lo autobiográfico se ha contaminado con lo histórico, en Cine de exposición, y la vida de la patria reverbera en cada instante de la vida privada. En las home movies, todas las familias parecen felices; pero en las instalaciones que conforman la serie familiar, Denegri deconstruye el archivo íntimo para insinuar las cicatrices que la historia política ha dejado sobre los cuerpos.
En Un martes, dos proyectores en paralelo disparan sus imágenes sobre sendas pantallas translúcidas: en una de ellas se ve una rápida sucesión de imágenes del archivo familiar (un niño disfrazado y con armas de juguete, un hombre vestido de policía y con armas de verdad), en la otra se ve un lento recorrido que muestra las copas de los árboles. La luz que atraviesa las pantallas ilumina un texto que remite a los años de la dictadura militar: “La historia reciente / en la voz de su padre // No le contesta / porque no entiende / qué sentir”. Día uno dispone cinco proyectores en paralelo que organizan un singular álbum de fotos familiares. En el centro, imágenes de un niño en la escuela o disfrazado con traje de granadero; a ambos lados, imágenes de cuadernos escolares; en un extremo, la madre maestra; en el otro extremo, el padre policía. El conjunto funciona como un autorretrato de infancia enmarcado por la obediencia y la represión en un continuo que atraviesa a la familia, la escuela y la sociedad. Por último, en Grito (instalación), la película que sale de un proyector de 35 mm despliega un loop zigzagueante e imprime sobre la pared una secuencia de recuerdos autobiográficos: “Imágenes que retumban en la cabeza y palabras que se atoran en la garganta. Filmaciones en Super 8 son revisadas por una mirada que intenta echar luz al paradójico vínculo entre los afectos y la ideología, en un clima de alegría infantil, intimidad familiar y terrorismo de Estado”.
II
Hay dos imágenes que constituyen los componentes básicos de Éramos esperados (Súper 8), la pieza que dio origen a esa serie de instalaciones, y que –de alguna manera– enmarcan al resto de los trabajos en esta exposición. Se trata de dos imágenes fundacionales: la salida de los obreros de la fábrica y la bandera argentina flameando sobre el firmamento. Tiene sentido sobreimprimir estas imágenes para mostrarlas juntas: el film de Py es un testimonio del temprano interés que despertó en la Argentina el invento de los Lumière. En Buenos Aires, las primeras proyecciones tuvieron lugar apenas unos meses después de la primera función en el Boulevard de Capucines. A comienzos del siglo XX, más de la mitad de la población de la ciudad estaba compuesta por inmigrantes; muchos de ellos no hablaban castellano y la mayoría eran pobres y analfabetos. ¿Qué podía hacer, en sus escasos momentos de ocio, un extranjero que no dominaba la lengua y que no podía pagar una entrada de teatro? El cine se convirtió en un entretenimiento popular porque era un espectáculo que resultaba accesible para cualquiera.
En 2 x 50 años de cine francés, Godard explica que el centenario de la primera función pública de los Lumière en el Grand Café no conmemora la invención del cine la sino fecha en que, por primera vez, la gente pagó tres francos para ver imágenes proyectadas sobre una pared. Es decir, no las imágenes en movimiento (puesto que había distintas modalidades de imágenes en movimiento antes de los Lumière) sino cierta forma de verlas: un circuito comercial de exhibición basado en la proyección de imágenes sobre una pantalla, en una sala oscura, ante un grupo de espectadores sentados. En Cine de exposición hay otro comienzo. Empezar –anota Said– es producir una diferencia. En este sentido, todo comienzo es una forma de respuesta. Todo comienzo, podría decirse, empieza antes de sí mismo. Frente a la idea de un origen absoluto, Said se afirma en la idea nietzscheana de un comienzo: no una continuidad que se despliega en el tiempo sino una elaboración activa, que expande o refuta, pero siempre transforma. Comenzar implica una discontinuidad, una declaración de intenciones que, de algún modo, apunta hacia aquello de lo que pretende separarse así como anticipa su propio desarrollo. Denegri muestra cuál es su respuesta. O su refutación. Parte del film de los Lumière, pero le da otro uso. Como si ensayara de qué otro modo pueden aprovecharse esas imágenes en movimiento.
En primer lugar, hay aquí otro comienzo para el cine. Ya no una ventana abierta o un espejo que transparenta el mundo: en estas instalaciones, las imágenes del cine son imágenes en su más plena materialidad. No son reflejo perfecto sino cuerpo imperfecto. Una materia opaca que es esculpida o procesada en la proyección (en un loop que se repite y que corre a la vista de los espectadores, que se combina con otras imágenes, que adopta la textura de la superficie sobre la que se imprime). Si es cierto que los primeros espectadores se asustaban cuando veían que el tren se aproximaba a la estación, aquí, en cambio, Denegri hace todo por desmontar la ilusión óptica y por poner de manifiesto el soporte que hace posible el truco. No sólo vemos la proyección y el proyector sino que, además, vemos los dibujos caprichosos que forma la película cuando atraviesa la sala y vemos el celuloide que se va deteriorando inevitablemente a medida que pasan los días de la exposición. A Denegri le interesa el soporte más que la imagen. El celuloide más que el cuadro. El cine –parecería decir– no es una sucesión de fotogramas; es el celuloide cuando resulta martirizado por un proyector para lanzar sus restos sobre una pantalla.
En segundo lugar, las instalaciones de Denegri imponen un cambio en la relación de las imágenes con el espectador. Más que proyectados, los films están aquí desplegados, “expandidos”. Porque las obras no funcionan de manera frontal sino multidimensional, para espectadores dispersos que establecen su propio tiempo de visión de manera ambulatoria. De hecho, el espacio de exhibición ya no es tanto un entorno al que habría que sustraerse para que la película ocurra sino, más bien, el sitio ineludiblemente material donde estamos obligados a apreciar el dispositivo fílmico. El dispositivo fílmico, es decir: la proyección, la cinta de celuloide y el aparato mecánico. Estas instalaciones no intentan hacernos olvidar el andamiaje tecnológico que sostiene la ilusión de un mundo virtual puesto en movimiento ante nuestros ojos sino que, al contrario, sólo funcionan a condición de que reconozcamos todas las dimensiones del acontecimiento: vemos la película proyectada, así como vemos el proyector; vemos las imágenes en movimiento así como vemos el celuloide sobre el que están impresas; vemos el film sobre una pared de la sala, así como vemos la sombra del aparato en el muro aledaño.
Y en tercer lugar, la muestra de Denegri también hace que se modifique el espacio de exposición: lo obliga a abrirse para dar cabida a estos artefactos fílmicos. Ya no se trata de explorar qué puede hacer el cine por los museos, sino más bien ¿qué deberían (qué pueden) hacer los museos con el cine? ¿Cómo exhibir películas en un espacio tradicionalmente reservado para las artes visuales? Benjamin sostenía que se había perdido mucho tiempo discutiendo si la fotografía y el cine eran arte cuando, en realidad, lo que se debía debatir era en qué medida el surgimiento de la fotografía y del cine habían transformado radicalmente el concepto de arte. Denegri piensa lo mismo: de qué modo la escena del arte debe hacer uso del cine, no para neutralizar toda su originalidad dentro de los protocolos tradicionales sino, al contrario, para hacer que su presencia desborde sobre el modo en que asistimos a una obra artística. Es cierto que las piezas de Denegri son “esculturas fílmicas”; pero habría que agregar que se trata de esculturas con volúmenes singulares. Son volúmenes informes, sin marco, sin borde. ¿Se los rodea o se los atraviesa? ¿Se puede pasar por entre los loops de celuloide que surcan la sala? ¿El espacio entre el proyector y la pantalla forma parte de la obra?
III
En algún momento de Histoire(s) du cinéma, Godard explica: “En 1932 el holandés Jean Ort estudia las estrellas / que se desvían de la vía láctea / pronto, como estaba previsto, la gravedad las devuelve a su lugar / estudiando las posiciones / y la velocidad de esas estrellas repatriadas / Ort pudo calcular la masa de nuestra galaxia / imaginemos su sorpresa / al descubrir que la materia visible no representaba más que el cincuenta por ciento de la masa necesaria para el despliegue / de una fuerza de gravedad semejante / adónde se había ido entonces la otra mitad del universo / la materia oscura había nacido / omnipresente / pero invisible”. El cine de Godard siempre ha estado obsesionado por iluminar el reverso de todo discurso que impone autoritariamente su dominio. Puesto que no hay hegemonía sin exclusión de la disidencia, el trabajo del cineasta consiste en reponer aquello que el cine dominante necesita borrar para consolidarse. Se trata, en efecto, de forzar los materiales para denunciar que esa supuesta totalidad es incompleta y encontrar la materia oscura que se ha extraviado en el camino. Godard no es el único que ha trabajado a contrapelo aunque, sin duda, es el que lo ha hecho de la manera más enfática. En Cine de exposición, Denegri avanza por ese mismo camino pero en su sentido más puramente material y técnico. ¿Qué hay del otro lado de toda película?
Los loops, el celuloide, los formatos diversos (Super-8, 16 mm, 35 mm), el andamiaje de cada obra o el proyector constituyen un momento tan fundamental de esta exposición como la vista de imágenes sobre una superficie. Tanto o más fundamental. Para decirlo de otro modo: la obra consiste en la proyección más el proyector. No el efecto cine simulado a partir de la tecnología digital sino la película detrás de la proyección, el dispositivo detrás del efecto, el soporte material detrás de la ilusión. Como decía Raymond Bellour a propósito de Tierry Kuntzel: “¿Cómo hacer visible el film debajo del film, el film-película oculto detrás del film-proyectado?” Este procedimiento aparece espectacularizado en Éramos esperados (plomo y palo), donde la imagen que emite el proyector se despliega sobre una pantalla formada por el mismo celuloide que entra y sale del aparato. El trazo del film se inscribe sobre su propio celuloide. Es decir que la larga tira de fotogramas genera “la pantalla sobre la que impacta la imagen que surge del proyector. Así, la película se proyecta sobre película. O bien, las acciones se forman sobre una superficie generada por el mismo celuloide que las contiene. Lo que vemos como imagen proyectada es el resultado de lo que se desarrolla por debajo de ésta, del fotograma físico y de la mecánica que lo arrastra”. Éramos esperados (plomo y palo) es, quizás, la obra más extrema de la muestra; pero el mismo principio subyace al resto de las obras: la proyección no convalida una ilusión referencial sino que, al contrario, hace lo posible por atacar su unicidad. Uno es dos. Proyectar, para Denegri, implica descentrar, desagregar, desdoblar. Sobreimprimir. Cualquier imagen puede ser interpelada por otra imagen. De hecho, la mayoría de estas instalaciones usan más de un proyector y trabajan sobre el cruce de imágenes heterogéneas, casi como una puesta en acto de las teorías de Eisenstein sobre el montaje de atracciones. Allí –ya se sabe– el contacto entre dos imágenes supone un conflicto, una tensión dialéctica que se resuelve como revelación emocional de un concepto.
Al ser cruzadas con otras proyecciones, las imágenes dejan de funcionar como un mero reflejo y se revelan como una superficie legible. Revelan, por así decir, su carácter intertextual. No vemos una cosa en la pantalla sino que leemos un sentido que se construye en ese cruce visual. Lo que dice la proyección es el resultado de un diálogo. En contacto con otras imágenes, cada imagen recuerda lo que parecía haber olvidado. Es lo que Benjamin llamaba el “inconsciente óptico”. En efecto, eso que las imágenes traen a la luz es lo que habían ocultado. Y ese pasado reprimido (en el sentido psicológico) es también, para Denegri, un pasado de represión (en el sentido político). En el film de los Lumière, lo que no vemos cuando los obreros salen de la fábrica es –justamente– lo que ha sucedido en el interior durante el día de trabajo. Lo que no vemos es el trabajo. Y, sobre todo: no vemos las condiciones de explotación del trabajo en la fábrica. Se trata de la fábrica de materiales fotográficos propiedad de Antoine Lumière, padre de los célebres inventores y rico industrial de Lyon. La industria de la fotografía y del cine, ya lo sabemos, es una forma moderna de la acumulación de riqueza. Por eso no es casual que Eugène Py eligiera una bandera argentina como tema para la primera película en la historia de la nación: ése era el emblema de un país moderno. O, al menos, de un país que quería asomarse a la modernidad. Py había llegado al país atraído por su espíritu cosmopolita. No fue el único: a fines del siglo XIX y comienzos del XX, muchos inmigrantes pobres se afincaron en Buenos Aires y trajeron consigo el virus del socialismo y el anarquismo. El sueño moderno era, también y sobre todo, un sueño de prosperidad industrial; pero no hay industria sin obreros, y los obreros siempre resultan conflictivos porque, tarde o temprano, comienzan con sus reclamos laborales.
Eso es lo que muestra Denegri transparentándose sobre la bandera argentina en la serie Éramos esperados: imágenes de El grito de Alcorta (1912), de La Semana Trágica (1919) y de diversos enfrentamientos obreros con las fuerzas del orden a lo largo del siglo XX. Se podría preguntar: ¿cuál es el fuera de campo en el film de los Lumière?, ¿qué hacen los obreros cuando salen de la fábrica? Ahora lo sabemos. Cuando salen de la fábrica, los obreros van a protestar. Van a protestar por las condiciones de explotación que sufren en las fábricas. Van a protestar y son reprimidos por la policía. Por la policía que defiende los intereses de los dueños de las fábricas, como el padre de los hermanos Lumière. Denegri actúa como un medium: convoca esa dimensión espectral de las imágenes que todo plano cinematográfico oculta bajo el peso de lo visible. En realidad siempre fue así. Desde el comienzo. Lo supieron tempranamente las fotografías de espíritus, tan populares a mediados del siglo XIX y comienzos del XX, gracias a los trabajos de Mumler y de Hope, entre otros. E incluso antes, entre el siglo XVIII y el siglo XIX, gracias los espectáculos de fantasmagorías de Paul Philidor y de Étienne Robertson (a mitad de camino entre la representación teatral y el show de ilusionismo), que ponían en escena relatos góticos apoyados en trucos y efectos especiales. “La fantasmagoría –dice Adorno– surge cuando, bajo la restricción de sus propias limitaciones, los más novedosos productos de la modernidad se acercan a lo arcaico. Cada paso hacia adelante es, al mismo tiempo, un paso hacia el pasado remoto”.
Cuando Gorki asiste a una función de las “fotografías animadas” de los Lumière, lo que le llama la atención no es su capacidad para reproducir el movimiento; más bien, se inquieta como si estuviera viendo un desfile de almas en pena. Desde esa perspectiva, las películas parecen hacer hechicería con las cosas reteniendo de ellas sólo una corteza exangüe. El cine no es, para él, un artefacto que permite recrear la vida (el biógrafo) sino un espejo maléfico donde cada momento cotidiano puede convertirse en un pequeño infierno. Luego, esa sensación será olvidada y los espectadores se acostumbrarán a ver las imágenes como si se tratase de una ventana abierta al mundo; pero en 1896, un espectador sensible como Gorki aún podía afligirse pensando que los films eran el producto de una profanación y un saqueo. De alguna manera, las instalaciones de Cine de exposición traen esa violencia obturada u olvidada hasta nuestro presente: la sobreimprimen sobre esas otras imágenes –las plácidas imágenes conocidas de la historia del cine– y transforman el espacio de la muestra en una sesión de espiritismo. Se me dirá que no hay que ser tan ingenuo sobre qué puede una imagen. Aun cuando se piense que una imagen vale más que mil palabras, indefectiblemente habría que aceptar que ni siquiera mil imágenes pueden reponer un cuerpo. A pesar de lo que Edison o Demeny o Bazin pudieran fantasear, el cine no nos devuelve a las personas. Y por supuesto que estas instalaciones fílmicas de Denegri producen, fatalmente, imágenes. No cuerpos, sino imágenes de cuerpos.
Pero –como afirma Didi Huberman– la mirada siempre quisiera ser una acción tallada sobre lo tangible: vemos porque no podemos tocar. Mientras yo observaba las obras de Denegri sucedió que uno de los proyectores comenzó a funcionar mal y la película se desenganchó: los fotogramas dejaron de ser arrastrados de manera metódica por el mecanismo del aparato y empezaron a pasar a gran velocidad de modo que, sobre la pantalla, ya no se veían hombres y mujeres en movimiento continuo sino una serie de líneas verticales borroneadas que atravesaban el cuadro vertiginosamente de arriba hacia abajo. El desperfecto no era un error sino que formaba parte del horizonte de posibilidades de la muestra. No porque Denegri planeara destruir el celuloide sino, más bien, porque sabía que eso tenía que suceder indefectiblemente. De ese modo, el deterioro de las obras pasa a formar parte de las obras (que incorporan las marcas dejadas por el trabajo de proyección continua): el desgaste natural de los materiales –azaroso aunque no imprevisto– es una consecuencia del funcionamiento intensivo pero, ante todo, imprime una dinámica particular al conjunto. Aun así, cuando me tocó asistir a ese pequeño cataclismo, fue doloroso sentir (no sólo ver) cómo las ruedas dentadas y los engranajes del proyector lastimaban el celuloide. Me quedé ahí, observando, sin animarme a intervenir, y sólo logré recomponerme cuando uno de los cuidadores de sala detuvo la proyección.
Entiendo que esa sensación punzante (tan indudable como incontrolable) que experimenté como espectador integra de pleno derecho el momento de la creación. Pero no en un sentido convencional –como reacción ante propuesta determinada estética que se abre para ser completada por el observador– sino, más bien, porque la obra nos necesita para constituirse en tanto obra. No correspondencia apartar la vista porque, estas instalaciones son frágiles, precarias, inestables, efímeras: precisan de nuestra mirada. Debemos estar ahí para velar por ellas y, también, para sufrir con ellas. Entonces quisiera argumentar que, si bien las imágenes no pueden hacer otra cosa que evocar la violencia sobre los cuerpos, las obras de Denegri consiguen solidarizarse con esos pesares. Y tal vez, allí –como diría Benjamin–, el cine alcance alguna forma de redención.
Cine de Exposición es un conjunto de ocho instalaciones de Andrés Denegri, que sitúan el aparato fílmico en el centro de la escena de arte, tanto por su función específica de proyectar y por las imágenes resultantes, como también por el valor escultórico de las máquinas 35 mm, 16 mm y Super 8. Así es como la escena cinematográfica se instala temporalmente en el espacio de arte como una forma de pensamiento sobre el quehacer cinematográfico, las imágenes técnicas y el autorretrato documental. La exposición traslada el audiovisual tecnológico y sus dispositivos al ámbito del arte contemporáneo. Así continúa una historia, compleja y fascinante, de vínculos y rupturas entre el cine y el arte. Las imágenes del pasado, de la historia y la memoria personal, son rescatadas a través de la recuperación de archivos y su manipulación expresiva por soportes audiovisuales. El loop, el proyector, el haz de luz, las pantallas, más que provocar un efecto cine, como suelen destacar los teóricos, emplazan al cine mismo en la sala de arte. La fantasmagoría de un cine en obra, entre luces y sombras, con su máquinas funcionando a pleno y las imágenes invadiendo el espacio de arte, atrapan al espectador que desplaza su cuerpo y sus sentidos entre las obras en penumbra. Una puesta en escena del cine en otra escena del imaginario a través de un cine expuesto que sólo perdura en la conciencia del visitante. Una muestra inédita en la historia del arte contemporáneo en América Latina.
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